El consumo de bebidas alcohólicas origina anualmente, de manera directa, más de 15.000 muertes en España1,2. Y estas consecuencias son derivadas de su incidencia en el origen o en la evolución adversa de más de 200 problemas de salud o lesiones, siendo causa directa de unas 40 enfermedades. Además, el consumo de alcohol puede producir una poderosa adicción, tiene un impacto negativo en múltiples órganos y aparatos, y se trata de un tóxico que acarrea graves consecuencias psíquicas, sociales, familiares y laborales, y también en la gestación y la convivencia social2-5.
Los siguientes datos no resultarán extraños ni sorprenderán a ninguno de los lectores de este editorial, pero hemos considerado de enorme interés hacer un pormenorizado recordatorio, pues, como ya sabemos, son tantas nuestras labores y responsabilidades como profesionales de Atención Primaria que no está de más, de tarde en tarde, recordar algunas de las acciones prioritarias para mejorar la salud de la ciudadanía a la que atendemos6.
Hay dos aspectos muy relevantes en el impacto del consumo de bebidas alcohólicas en la salud que debemos recordar: por un lado, el alcohol hay que considerarlo como sustancia cancerígena de primer nivel, al originar transformaciones celulares mediante alteraciones en el ADN, siendo causa de siete tipos distintos de cáncer; como consecuencia de ello, interviene directamente en el 12% de los fallecimientos anuales por motivo oncológico, lo que supone la muerte de unas 6.000 personas al año7. El otro aspecto de enorme magnitud es que el consumo de bebidas alcohólicas está presente en el 33% de las personas fallecidas en accidentes de tráfico en las carreteras españolas8,9.
Pero la realidad en nuestro contexto social es que el consumo de alcohol no se percibe como una práctica de riesgo importante, e incluso podríamos afirmar que existe una cierta banalización sobre las consecuencias del consumo de bebidas alcohólicas10,11. Un ejemplo de esta baja percepción del riesgo para la salud lo tenemos en los datos de consumo en la población menor de edad, tal como recoge la Encuesta sobre uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias en España (ESTUDES) 2014-2023 en jóvenes de 14-18 años que muestra, entre otros, los siguientes datos11: los y las adolescentes empiezan a consumir alcohol a los 14 años de promedio12; el 75,9% de jóvenes de14-18 años ha bebido alguna vez en su vida y el 1,5% lo ha hecho diariamente el último mes; durante los últimos 30 días, el 20,8% se ha emborrachado y el 28,2% ha bebido cinco o más copas, vasos o cañas de alcohol en un tiempo aproximado de 2 horas (binge drinking o consumo en atracón), y las adolescentes mujeres beben y se emborrachan más que los adolescentes varones. Estas cifras de consumo, reiteradas año tras año en las encuestas que se hacen regularmente a adolescentes que están recibiendo enseñanza obligatoria, se dan en un país, el nuestro, en el que está prohibida la venta de bebidas alcohólicas a menores de 18 años.
Indudablemente, son múltiples los motivos que llevan a trivializar y subestimar las consecuencias del consumo de alcohol. Como podemos observar, por razones sociológicas y antropológicas, nuestra cultura ha utilizado y utiliza las bebidas alcohólicas en los rituales religiosos, en los momentos de socialización, como recurso terapéutico para aliviar la angustia y el sufrimiento, e incluso en rituales iniciáticos de la adolescencia11,13,14. Y no podemos olvidar los importantes y poderosos intereses económicos y comerciales que, con la influencia de su dinero, pueden presionar a los decisores políticos para evitar cambios regulatorios destinados a un mayor control del consumo de las bebidas alcohólicas. Recordamos que nuestro poder legislativo, el Parlamento español, después de dos intentos previos fallidos —el primero de ellos en 202215—, como consecuencia de las presiones de los sectores económicos, está debatiendo en este momento un proyecto de ley de prevención de bebidas alcohólicas en menores de edad.
Incluso en el entorno profesional siguen apareciendo voces que defienden «el consumo moderado de alcohol» como una práctica saludable y lo promueven como un estilo de vida recomendable entre la población general. Y seguimos escuchando estas recomendaciones a la población general por «reconocidos expertos», contradiciendo los múltiples estudios disponibles que indican con claridad que no hay dosis de alcohol segura y que, por tanto, el consumo de alcohol nunca debe ser recomendado como hábito que contribuya a mejorar la salud de la ciudadanía.
El conjunto de profesionales de Atención Primaria ¡tenemos una importante y necesaria tarea por delante! Los estudios demuestran que las médicas y los médicos de familia tenemos una relevante labor en la prevención, y especialmente en las actividades de prevención de las consecuencias del consumo de alcohol. No podemos ni debemos renunciar a intervenir en el día a día de la atención de las personas que acuden a nuestras consultas, llevando a cabo actuaciones de prevención primaria en adolescentes y jóvenes, programas individuales, grupales o comunitarios, detección del consumo de riesgo en población adulta y adolescente o intervenciones terapéuticas en personas con problemas derivados de consumo de alcohol16,17. Sin olvidar que también es necesario que se implementen políticas comunitarias de prevención en las que la Atención Primaria puede liderar o colaborar.
Sin embargo, la realidad es que las médicas y los médicos de familia solo detectamos una pequeña parte de los casos de consumo de riesgo y perjudicial de alcohol. Tal como recogen las recomendaciones del Programa de Actividades Preventivas y de Promoción de la Salud (PAPPS) 2024: «Las intervenciones breves para reducir el consumo de alcohol en personas con consumo de riesgo y perjudicial han demostrado ser efectivas para reducir este consumo y la morbimortalidad que ocasiona, por lo que todos los y las profesionales sanitarios deberían realizarlas. Además, se encuentran entre las intervenciones sanitarias más baratas que conducen a una mejora en la salud. La efectividad y el coste/efectividad de las intervenciones breves han sido probados por numerosos estudios, tanto nacionales como internacionales»18.
Es necesario que en la consulta médica de Atención Primaria se integre el cribado y la intervención breve sobre alcohol en la práctica habitual, tal como se hace con otros factores de riesgo (tabaco, hipertensión...). Cada conversación sobre alcohol con las personas que acuden a la consulta puede ser una oportunidad para cambiar una vida, y estamos convencidos de que «preguntar sobre el alcohol salva vidas»19.